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Goa, el paraíso del guiri.


En España, cuando pensaba en Goa, me imaginaba a un montón de gente drogada en la playa, fiestas todos los días hasta las ocho de la mañana, muchas rastas y mujeres semidesnudas, mas o menos como me imagino Ibiza pero en la India... todo muy cansado. Desde que llegamos, todos nuestros amigos y conocidos indios nos recomendaban ir a pasar unos días y después de ir a alguna fiesta con ellos, la imagen de “capital de la juerga” no hacía más que reforzarse.

Con ocasión de la llegada al subcontinente de mi viejo amigo Javi Martín “Martini” (y este es solo uno de sus muchos motes), Gabi y yo compramos unos billetes para ir a hacerle una visita a Mumbai, nuevo nombre de Bombai, si, ese sitio que sale en la canción de Mecano (¿de verdad acabo de escribir eso?). Javi llegaba a la India con un par de amigos, Antonio y Jorge, para ver a su chica y pasar seis meses viajando por el país. Cuando compramos los billetes, con algo más de un mes de antelación, le avisé que llegaríamos el 8 de abril. Como era de esperar, a causa de lo que cariñosamente llamamos “Martinada”, no conseguimos contactar con Javi hasta el día 6 de abril, día en que nos dijo que no estaría en Mumbai durante el fin de semana. Ante este contratiempo, decidimos ir a pasar unos días en la bien vendida Goa.

Los compañeros de la oficina de Gabi nos habían recomendado algunas playas, pero el único nombre que éramos capaces de recordar era Palolem, así que se convirtió en nuestro destino. Intentamos comprar un par de billetes de tren, pero el sistema de reserva y compra de billetes en la India es algo complicado. Tienes que comprarlos por internet y entonces entras en una larguísima lista de espera. Después, lo único que te queda es esperar o rezar para que todo tipo de infortunios le ocurra a la gente que tienes delante y así ir escalando poco a poco. Nosotros empezamos en el puesto 20 y acabamos con los números 2 y 3, la verdad es que me siento un poco culpable de haber deseado cosas tan feas a gente que ni siquiera conozco por un billete que nunca pude conseguir. Finalmente tuvimos que coger un autobús-cama nocturno. Alguna vez había oído hablar de estos vehículos, pero pensaba que pertenecían al universo delirante de algún mentiroso compulsivo. Pues bien, existen y, como todos los autobuses de larga distancia en la India, tienen rota la salida del aire acondicionado bajo la que te sientas. Cosa que tampoco importaría demasiado si no pusieran el aire acondicionado a 9º bajo cero para poder venderte una manta tamaño playmobil a 70 rupias, nótese que es más cara que un cargador de Nokia. El guiri poco experimentado podría pensar que no saben usar esta tecnología tan compleja, pero teniendo en cuenta que el autobús más moderno de la línea tiene como mínimo 10 años, yo me decanto por la teoría conspirativa.

Así que el mismo día en que llegamos a Mumbai, nos fuimos a Goa. Después de 12 horas de viaje y un principio de pulmonía severa, llegamos a la ciudad de Margao. Sin manejar ningún dato oficial, me atrevería a decir que es la capital del sur de Goa. Nada mas bajar del autobús, un taxista nos pregunta “¿Palolem?”, con una sonrisa le decimos que si y el nos contesta “850 rupias”. Mi lado oscuro, que solo se manifiesta con los profesionales del transporte en la India, me dijo “Mata, mata”. Pero mi lado inteligente y cabal, Gabi, le dijo que nos íbamos en autobús.

En la estación de autobuses de Margao nos subimos, sin estar muy seguros de porque, en un autobús que supuestamente iba a Palolem. Lo único que nos hacía pensar que era el autobús correcto eran los guiris que viajaban con nosotros. Durante todo el viaje, yo admiraba el paisaje tropical que me hacía pensar en las pelis de Vietman. Me imaginaba a unos cuantos yankis corriendo detrás en un helicóptero que está a punto de abandonarles mientras son perseguidos por cientos de charlies con una mala puntería inexplicable. Finalmente, después de una hora de viaje por 25 rupias, maldito taxista, llegamos a Palolem. Como era de esperar, nada más bajar del autobús nos esperaba un grupo de “relaciones públicas” de los hostales y las cabañas de la zona. Finalmente nos fuimos con el empleado de la guest house “Seagull”, que ganó la puja con una moto por 150 rupias al día. El hostal nos ofrecía una estancia a poco mas de cuarenta metros de la playa por 250 rupias. La habitación disponía de todo lo que se necesita, si no te importa ducharte entre el water y el lavabo, y si el armario no es un artículo demasiado fundamental para ti, yo ya he demostrado en muchas ocasiones que para mi no lo es. Hay que decir que estaba bastante más limpio de lo que cabía esperar por ese precio, eso nos daba una idea del tipo de público que tenía la zona.

No tardamos ni cinco minutos en plantarnos en la playa y descubrir que, como en aquel restaurante de Old Delhi, no había ni un solo indio disfrutando del mar, el sol y la arena. A diferencia del restaurante, y con poco con lo que comparar, los servicios que ofrecía la comunidad de Palolem eran los más baratos que nos habíamos encontrado en la India. La playa estaba flaqueada por el mar y un bosque de palmeras entre las que no quedaba un solo centímetro sin una cabaña, un bar o una tienda, todo de aspecto muy exótico, eso si. Tuvimos la suerte de aparecer en temporada baja, lo que hacía que la playa pareciese el lugar de vacaciones perfecto para turistas tan exigentes como nosotros.

Estrenamos nuestra Hero Honda (la moto) con un paseo a Agonda, una playa mucho menos masificada al norte de Palolem. Ese paseo ha sido una de las experiencias públicas más placenteras que he tenido en la India hasta el momento. La moto, la carretera, Gabi, la jungla y yo mismo fundidos en perfecta armonía con los elementos. Repetimos excursión los dos días siguientes, el segundo a un viejo fuerte portugués en Cabo da Rama, a unos 30 kilómetros al norte de Palolem. Dentro del fuerte hay una pequeña iglesia donde tuvimos la oportunidad de ver un Via Crucis en hindi, con ocasión del Viernes Santo. Y el tercer día fuimos al sur, sin destino concreto, invadidos por el espíritu de los exploradores, con el objetivo de ir más allá de donde cualquier guiri corriente va. De vez en cuando nos cruzábamos con occidentales, pero como llevaban motos más grandes y mejores, asumíamos que eran tipos intrépidos. Después de una hora de viaje hacia el sur, vimos una señal que indicaba “Polem beach”. Al final de aquella carretera, descubrimos un pequeño pueblo de pescadores. Estaba prácticamente vacío y en la playa no había ni un alma. Nos tumbamos en la arena, conscientes de que habíamos descubierto nuestra propia playa virgen y desierta de extranjeros como nosotros ¿Cómo se podía ser un explorador tan dotado y responsable? Después de una hora de disfrutar de nuestra playa, decidimos volver al hostal y prepararnos para nuestro viaje de vuelta a Mumbai. Cuando arrancaba la moto para salir de Polem, un lugareño salió de su casa y nos dijo “Do you need a room for tonight?”. No fue lo que dijo, fue la profesionalidad con que lo dijo, lo que me hizo entender que Polem no tenía nada de virgen ni de inexplorado, simplemente estaba en temporada baja. De vuelta, nuestra fusión con la jungla, la moto y la carretera ya no era la misma, aunque la fusión de mi frente con los primeros pelos de mi cabellera era absoluta. Me había quemado tanto que parecía que se me había caído un bote de super glue en la frente.

Mientras conducía algo decepcionado, me di cuenta de que, en realidad, esa era la función de un sitio como ese. Estoy seguro de que hace 40 años, Palolem, era un paraíso a más de 100 kilómetros de una cerveza fría, a miles de una hamburguesa de vaca y sin carreteras perfectamente asfaltadas. Los 101 kilómetros de costa de Goa, te permiten disfrutar de paisajes maravillosos, playas preciosas y un Mar Arábigo un poco caliente para mi gusto. Según Lonely “la Biblia del viajero” Planet, se mantiene lejos de los circuitos de domingueros gracias a la mala fama que le dan sus Raves masivas. Nosotros no vimos ninguna, en su lugar escuchamos a un tipo en un bar que, guitarra en mano y micrófono en boca, cantaba esas canciones que hacen sentir a los guiris treintañeros como en casa. A pesar de eso, lo pasamos bien.

Para el viaje de vuelta en autobús fuimos mas previsores y compramos cinta aislante y una manta para adultos. Lo primero que hicimos fue tapar con la cinta todas las salidas de aire acondicionado de nuestro compartimiento… bueno, también fue lo segundo, ya que nos cambiaron de autobús en la siguiente parada. La vuelta a Mumbai fue algo mas corta, solo once horas. Y por fin pude pasar un par de días con mi amigo Javi y hacer algún que otro plan que ya os iré contando.

Esta entrada se la dedico a mi buen amigo Ramiro, que espera paciente a que le envíe el primer borrador de nuestro guión, y a mi querido padre, del que siempre me acuerdo cuando veo el mar… igual por eso no te llamo tanto…

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Comentarios

  1. Qué bien Antón!!

    Ya entiendo tus ansias de moto!

    A ver si esta tarde nos hacemos con una y luego directamente a la piscina!!!!!

    Nos vemos ahora!!

    Clara

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  2. Yo pensaba que en Goa lo que había eran fuertes e iglesias portuguesas y personajes morenos que se llamaban Joao o Sebastiao, pero veo que tú estás mucho más actualizado. Yo me quedé en Vasco de Gama

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  3. Es lo que tiene la juventud, que solo piensa en la fiesta y se olvida de la historia. Los portugueses siempre tuvieron buen gusto eligiendo los sitios que colonizaban.

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  4. Antón, me voy 10 días de vacaciones. Regreso el día 7. Cuando vuelva espero encontras algunas entradas nuevas en tu bitácora. No lo llamo blog porque es palabra inglesa y le corresponde usarla a tu novia que es la que traduce al inglés, jejeje. Es solo una broooooooma.

    Me entusiasman tus historietas.

    Un abrazo.

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