Parece el título de una segunda parte absurda, en la que el hijo bastardo del malo de la primera parte decide vengar la muerte injusta de su padre (este solo había puesto una bomba en un colegio y matado a la mujer y a la hija del protagonista), usando un complejo plan para privar al héroe de toda la paz que creía haber conseguido matando al terrible asesino. Seguramente, durante la trama, el protagonista consiga superar definitivamente su perdida, encontrando a una joven y exótica amante, que probablemente será policía, científica o cajera de supermercado, pero que seguro tendrá esa habilidad única que al final la hará imprescindible para que todo se solucione satisfactoriamente... o peor, felizmente. Dejándote con un muy mal sabor de boca y pensando “Pero si tu mujer y tu hija murieron hace solo una película. Degenerado…” o, quizás, si eres amigo del refranero, “El dolor del viudo, intenso pero corto”. Nada que ver con esto, y si sois capaces de encontrar alguna similitud en esta entrada, será por casualidad o por demencia.
No se si en algún momento he explicado el sentido del título del blog, de todas formas conviene que revele los “secretos” que se esconden detrás de este. Es muy simple, Delhi Belly es como popularmente se llama a los problemas de estomago que, en un momento o en otro, todo los visitantes de esta ciudad acaban teniendo. Así que la traducción de “My Daily Delhi Belly” sería “Mi dolor de barriga diario”, que pretende ser una divertida metáfora de todos los problemas que te encuentras en Delhi (y por extensión, en el resto de la India) siendo extranjero. Pues a mi ya no me hace ni puta gracia, esa es la verdad.
La semana pasada, el miércoles, vinieron a comer dos amigos a casa, Mukund y Roanna. Como estábamos un poco liados (muy perezosos para cocinar), decidimos llamar al Cosy, un restaurante de comida mongola que hay cerca. Pedimos noodles y pollo Manchuria, y abrimos un par de tupper wares que había en la nevera. Toda la comida estaba exquisita, aunque no calenté el arroz lo suficiente en el microondas, culpa mía. Cuando terminamos con el propósito de su visita, que en realidad no era el de comer pollo Manchuria, noodles y arroz frio o más bien templado, se fueron a casa. Después de la comida, tengo que decir que me quedé lleno, que, en mi opinión, es un poco peor que satisfecho. Esta sensación se mantuvo todo el día, así que fui prudente y cené algo ligero, pero con todo, me acosté algo incomodo. A las siete de la mañana del día siguiente, un ruido profundo y cavernoso me despertó. Miré a Gabi, pero ella seguía dormida. Cerré los ojos de nuevo e intente dormirme, ya que soy de esos afortunados a los que es imposible robarles el sueño, pero de repente aquel ruido, que de tan grave que era, tenía presencia, volvió a despertarme. Esta vez sonó muy cerca, como si estuviera en la cama con nosotros. Del susto me moví y automáticamente identifiqué el origen del ruido, era mi estomago suplicándome que me fuera corriendo al baño.
El dolor de barriga no desaparecía, así que, como hace todo el mundo, pensé “¿Que haría mi madre si estuviera aquí conmigo?” (Que es seguramente lo mismo que piensa un león en la sabana cuando ve a un antílope despistado). “Darme una manzana rayada, pero como yo ya soy mayor me la puedo comer a mordiscos”. No se si la manzana o mi estomago decidió que no debía completar el viaje y en menos de una hora me tenía de rodillas, abrazado al retrete y pensando “¿Que te costaba quedarte dentro, si hubieras acabado en mismo sitio?”. La operación se repitió en varias ocasiones durante el día, con la manzana, un yogur, un té de manzanilla con miel y el litro de agua que supuestamente debía de tomar para no deshidratarme. Como ya se sabe, el dolor intenso de barriga te hace decir cosas como “Quiero morirme sin confesión” o “Que poco voy a dejar a la humanidad, un blog y el piloto de un reality… siempre podrán decir que era una gran promesa”. Entre retortijones, busqué los síntomas del cólera en Internet, y solo una llamada a la cordura de la saludable Gabi, me acabó convenciendo de que esa no era la razón de mi posible muerte prematura.
En una de estas visitas forzosas y urgentes al servicio (¿no lo son todas?), estando de rodillas, abrazado a nuestro nuevo WC, tuve la revelación a la que hace referencia el título. Miré a mi alrededor, miré la situación geográfica del retrete, me vi a mi mismo y me di cuenta de que, en esta vida, todo, hasta los hechos mas fortuitos, tiene un sentido divino. Mi cuarto de baño era un templo dedicado al retrete y yo, de rodillas, estaba rindiéndole el culto que tan agnósticamente le había estado negando. Me había estado burlando de él y ahora la divina providencia me estaba haciendo pagar mis blasfemias y además me hacía entender el título de mi propio blog... aunque quizás fuera el pollo Manchuria. Me imagino que esto deja el marcador a India 112, Antón 0… ¿Lección aprendida?
PD: También he descubierto porque debería de poner incienso en mi templo, lo de las flores no me explico todavía.
Querida Jujui, empecé a escribir esta historia pensando en dedicártela y al final se me olvidó, espero que aceptes la corrección como si hubiera sido parte del texto desde el primer momento. Esta entrada se la dedico a la única persona que conozco personalmente que ha tenido la fiebre porcina y que ha sobrevivido solo para garantizarnos que, hasta donde ella sabe, no es parte de una conspiración gubernamental.
No se si en algún momento he explicado el sentido del título del blog, de todas formas conviene que revele los “secretos” que se esconden detrás de este. Es muy simple, Delhi Belly es como popularmente se llama a los problemas de estomago que, en un momento o en otro, todo los visitantes de esta ciudad acaban teniendo. Así que la traducción de “My Daily Delhi Belly” sería “Mi dolor de barriga diario”, que pretende ser una divertida metáfora de todos los problemas que te encuentras en Delhi (y por extensión, en el resto de la India) siendo extranjero. Pues a mi ya no me hace ni puta gracia, esa es la verdad.
La semana pasada, el miércoles, vinieron a comer dos amigos a casa, Mukund y Roanna. Como estábamos un poco liados (muy perezosos para cocinar), decidimos llamar al Cosy, un restaurante de comida mongola que hay cerca. Pedimos noodles y pollo Manchuria, y abrimos un par de tupper wares que había en la nevera. Toda la comida estaba exquisita, aunque no calenté el arroz lo suficiente en el microondas, culpa mía. Cuando terminamos con el propósito de su visita, que en realidad no era el de comer pollo Manchuria, noodles y arroz frio o más bien templado, se fueron a casa. Después de la comida, tengo que decir que me quedé lleno, que, en mi opinión, es un poco peor que satisfecho. Esta sensación se mantuvo todo el día, así que fui prudente y cené algo ligero, pero con todo, me acosté algo incomodo. A las siete de la mañana del día siguiente, un ruido profundo y cavernoso me despertó. Miré a Gabi, pero ella seguía dormida. Cerré los ojos de nuevo e intente dormirme, ya que soy de esos afortunados a los que es imposible robarles el sueño, pero de repente aquel ruido, que de tan grave que era, tenía presencia, volvió a despertarme. Esta vez sonó muy cerca, como si estuviera en la cama con nosotros. Del susto me moví y automáticamente identifiqué el origen del ruido, era mi estomago suplicándome que me fuera corriendo al baño.
El dolor de barriga no desaparecía, así que, como hace todo el mundo, pensé “¿Que haría mi madre si estuviera aquí conmigo?” (Que es seguramente lo mismo que piensa un león en la sabana cuando ve a un antílope despistado). “Darme una manzana rayada, pero como yo ya soy mayor me la puedo comer a mordiscos”. No se si la manzana o mi estomago decidió que no debía completar el viaje y en menos de una hora me tenía de rodillas, abrazado al retrete y pensando “¿Que te costaba quedarte dentro, si hubieras acabado en mismo sitio?”. La operación se repitió en varias ocasiones durante el día, con la manzana, un yogur, un té de manzanilla con miel y el litro de agua que supuestamente debía de tomar para no deshidratarme. Como ya se sabe, el dolor intenso de barriga te hace decir cosas como “Quiero morirme sin confesión” o “Que poco voy a dejar a la humanidad, un blog y el piloto de un reality… siempre podrán decir que era una gran promesa”. Entre retortijones, busqué los síntomas del cólera en Internet, y solo una llamada a la cordura de la saludable Gabi, me acabó convenciendo de que esa no era la razón de mi posible muerte prematura.
En una de estas visitas forzosas y urgentes al servicio (¿no lo son todas?), estando de rodillas, abrazado a nuestro nuevo WC, tuve la revelación a la que hace referencia el título. Miré a mi alrededor, miré la situación geográfica del retrete, me vi a mi mismo y me di cuenta de que, en esta vida, todo, hasta los hechos mas fortuitos, tiene un sentido divino. Mi cuarto de baño era un templo dedicado al retrete y yo, de rodillas, estaba rindiéndole el culto que tan agnósticamente le había estado negando. Me había estado burlando de él y ahora la divina providencia me estaba haciendo pagar mis blasfemias y además me hacía entender el título de mi propio blog... aunque quizás fuera el pollo Manchuria. Me imagino que esto deja el marcador a India 112, Antón 0… ¿Lección aprendida?
PD: También he descubierto porque debería de poner incienso en mi templo, lo de las flores no me explico todavía.
Querida Jujui, empecé a escribir esta historia pensando en dedicártela y al final se me olvidó, espero que aceptes la corrección como si hubiera sido parte del texto desde el primer momento. Esta entrada se la dedico a la única persona que conozco personalmente que ha tenido la fiebre porcina y que ha sobrevivido solo para garantizarnos que, hasta donde ella sabe, no es parte de una conspiración gubernamental.
Esta historia me recuerda a una muy parecida que viví el invierno pasado. Iba en un taxi y, de repente, el tipo que estaba sentado a mi lado abrío su boca a modo de grífo y estuvo como diez minutos echando un líquido verde. El Burger King quiso estar presente en tan agradable paseo.
ResponderEliminarTienes razón Antón. No debemos hacer burla de la ubicación de tu retrete. Bien interpretada, la distribución de los elementos de tu cuarto de baño es algo así como una especie de "feng sui" místico, por lo que hacer burla de eso es desafiar 2.000 años de sabiduría oriental.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho como me has llevado a lo del altar :-D
ResponderEliminar¡Muy divertido!
Se llama Karma Antonzin!
ResponderEliminary crei que dedicarias esta entrada a mi y mi renciente enfermedad haha no es broma te quiero y ya no comas tanto
Estimado amigo anónimo, reconozco que esa historia me suena de algo, lo que me entristece es que paso hace ya dos años, no uno.
ResponderEliminarLo que yo te diga, si es que ya no quedan días de verano!
ResponderEliminarQuerido primo, qué alegría volver a reengancharme a tu blog. Este verano lo había dejado aparcado porque parecía que estaba parado , pero ¡ha vuelto! Primo eres la leche.
ResponderEliminarDisfrutad Delhi y del Cosy!! Un beso grande desde Cádiz. Clara
ResponderEliminarMuy bueno si señor!
ResponderEliminarCuentanos mas Anton!
ResponderEliminarun besinho desde Bangkok.
Jorge y Naranjito.