Todos somos
inevitablemente protagonistas del libro, película o canción que narra nuestras
vidas. Somos el centro de nuestra existencia solo porque es nuestro cerebro,
dentro de nuestras cabeza, el que interpreta las sensaciones que nos transmiten
nuestros sentidos. Podemos valorar que nuestra existencia no es lo
suficientemente interesante como para compartirla o intentar acosar
sistemáticamente a los que nos rodean con ella. Normalmente, esa valoración se
hace superada la adolescencia, aunque aumentan los casos de adultos estancados
en la primera quincena de sus vidas. Creo que de forma natural la mayoría de la
gente con pretensiones narrativas de algún tipo empieza por el ejercicio de hablar
de ellos mismos antes de hacerlo sobre los demás (cosa que demuestra que
nuestra necesidad de generar ficciones e historias es parte de nuestra
naturaleza). Así, el fotógrafo que hace una foto de sus pies, de alguna manera
se coloca como protagonista de su obra mas amateur con un autorretrato, y el que
guarda un diario o escribe un blog sobre su propia vida y experiencias, para su
uso privado o con la intención de compartirlo con sus amigos, esta haciendo lo mismo.
Obviamente hay una gran diferencia entre estos ejercicios y autores que se
convierten a si mismos en el centro de sus carreras creativas, no como simples
maniquíes, sino que ponen bajo el microscopio su cotidianidad, sus familias o
sus experiencias pasadas. Las someten a sus mas que rigurosas valoraciones
diciendo o dando a entender sobre si mismos lo que no querríamos que nadie
dijera sobre nosotros. Siguiendo el orden común de mis artículos hablaré brevemente
sobre tres de ellos: Harvey Pekar, Alan Berliner y Charles Bukowski.
Lo que mas me
sorprende de Harvey Pekar es el hecho de que hasta que no me puse escribir este
texto, no me enteré de que llevaba dos años muerto ¿Cómo es posible que la
muerte de uno de guionistas de comic independiente mas importantes no tuviera
ninguna trascendencia? Obviamente no es como si se hubiera muerto Spielberg,
pero creo que no ha habido un solo día en los últimos años en el que no haya
leído el periódico y, aunque no soy muy aficionado a los obituarios, creo que
hubiera podido encontrar su nombre en cualquier sopa de letras ¿Por qué tanto
escandalo? Por que me parece terriblemente injusto que un hombre que se hizo
protagonista de su propia obra no pudiera escribir sobre un evento tan
estresante como su propia muerte, aunque si escribió sobre la primera vez que
lucho contra el cáncer en Our Cancer Year.
Los aficionados al cine recordaran la adaptación de su obra al cine en la
película American Splendor, que en el 2003 le abrió la puerta al resto de los
no aficionados al comic de la obra de Pekar, después de ganar el festival de
Sundance. Pues bien, dentro de está obra existe una reflexión muy interesante
sobre lo importante que es nuestro nombre en nuestra existencia. En ella Pekar
nos cuenta como, el día que tuvo su primera guía de teléfono se buscó a si
mismo y encontró a otras persona que compartían el mismo nombre y sintiéndose
vinculado a ellas, pudo imaginar como eran sus vidas a través de sus
apariciones y desapariciones en la guía.
A Alan
Berliner lo descubrí en mi clase de guion documental hace ya casi 10 años. Es
un documentalista americano que centra su trabajo en cuestiones que afectan su
propia existencia. Su obra mas fascinante en mi opinión es Nobody Business, en
la que a través de una entrevista con su arisco padre construye un fascinante
discurso sobre la identidad de su familia y la suya propia. De hecho esa
búsqueda se extiende a lo largo de su carrera incluyendo otro fascinante corto documental
llamado The Sweetest Sound, en el que encuentra a 12 hombres de todo el mundo
que tienen su mismo nombre y los invita a cenar a su casa. Este señor dice que
no hay nada en este mundo que suene mas dulce con el propio nombre y plantea el
problema que se genera al existir mas de una persona con el mismo nombre.
No
hubiera sido honesto por mi parte no incluir a Charles Bukowski, el gran
autobiógrafo que se descubre en la adolescencia o temprana post-adolescencia y
que nos enseña como la vida de un vago puede estar llena de aventuras y como no
hay nada demasiado trascendente. Como, para ser un mejor amante hay que ser un hombre ocioso y como el
lambrusco es la mejor manera de mantener el borracho cuando no tienes ni un
centavo. Pero sobretodo nos ayuda a comprender el valor de la autobiografía. A
diferencia de Pekar y de Berliner, Bukowski nunca se cuestiona su identidad a
través de su nombre sino que inventa un alter ego, Henry Charles “Hank”
Chinaski. Según el mismo escritor, esto le ayudaba a verse a si mismo como un
personaje de ficción. La primera novela que leí de Bukowski fue Pulp, que no contiene ni la mas mínima
intención autobiográfica aunque el protagonista siempre te lleve al mismo
sitio. Enseguida leí Post office, su
primera novela publicada y me di cuenta de que era el lógico primer paso para
descubrir su obra y su vida.
Estos
tres autores se convirtieron a si mismos en personajes de ficción, incluso
Berliner, a pesar de ser autor de documentales se simplifica a si mismo para
hablar de su entorno. Los tres generaron obras importantes, trascendentes, divertidas
e inteligentes, basadas en la vida diaria. La pregunta es: ¿Por qué con estas
obras al alcance de la mano, sigue siendo tan divertido ver a las Kardashian?
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