Este artículo estaba destinado a ser publicado en el número de doble de diciembre/enero, pero por problemas de espacio en la revista, finalmente se ha publicado en Febrero, espero que os guste.
Cuando reviso los textos que he escrito en
los últimos dos años me doy cuenta de que uso el verbo empatizar en casi cada uno de ellos. En cada ocasión en el que lo
he escrito, tanto el infinitivo como cualquiera de sus declinaciones verbales,
sucedía algo que me he obstinado en ignorar sistemáticamente. El procesador de
texto, Microsoft Word, lo marcaba como un error ortográfico. Teniendo en cuenta
la mala relación que siempre he tenido con esta disciplina tan esencial, lo achacaba
a un error mecanográfico provocado por mi auto diagnosticada dislexia. Los
increíbles mecanismos de la mente, podría pensar usted, yo le deseo al
indulgente lector que su mente no funcione con tanta torpeza como la mía.
Pero llegó un momento en el que se imponía
ser realista, tenía que saber la verdad, alguien se estaba equivocando,
Microsoft o yo, y como es bien sabido que la empresa de Bill Gates a veces se
equivoca a posta, todavía quedaba un pequeño rayo de esperanza. En Nueva Delhi
no dispongo de ninguna edición del magnífico diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española, así tuve que consultar la igualmente eficaz pagina web,
rae.es. Cuando tecleé con seguridad y convicción la palabra empatizar, en mi pantalla apareció “La
palabra empatizar no está en el
diccionario”, “¡¡¡Maldita sea!!!” pensé, “¿Soy la única persona en este mundo
que no va a disfrutar de una pequeña victoria moral ante Microsoft?”. Después,
en una especie de delirio paranoide busqué empatía,
no fuera a ser que estuviera viviendo en una mentira, que todo el mundo me
estuviera tratando como a un loco iletrado que se inventaba palabras y que,
como, a pesar de eso, les caía bien, me hacían creer que me entendían.
Afortunadamente para mi salud mental existía una definición para empatía, “Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de
ánimo de otro”. Pero esta definición sugería la existencia de un verbo
que le diera algo de acción ¿Si no podía ser empatizar, cual sería? ¿Acaso era posible que una lengua tan sana y
completa como la nuestra no disfrutara de un verbo de esas características? ¿O
es que los españoles no somos capaces de identificarnos mental y afectivamente
con el estado de ánimo de ningún otro sujeto mas que con de nosotros mismo?
Bueno, eso explicaría muchas cosas… ¡Espera un momento! Eso no es posible,
somos gente muy simpática aunque no demos esa impresión en países como México.
¡Más Paranoia! “¿Qué te pasa, Antón? ¿No se suponía que por lo menos sabías
hablar tu propio idioma?”.
Así me pasaba los días, torturándome por mi
terrible incultura, encerrado en un bucle agónico, temeroso de descubrir tan
triste realidad sobre los míos. Finalmente conseguí superar la vergüenza que
sentía y le pregunté a la hispanoparlante más cercana, “¿Sabías que el verbo empatizar no está reconocido ni por la
RAE ni por Microsoft Word?” contesto con una negativa y pensé que a pesar de
todo no era concluyente, ya que siendo mi interlocutora mexicana, era muy
posible que su pueblo si fuera capaz de identificarse mental y afectivamente
con el estado de ánimo de los demás. Tuve la fortuna de sobrevivir el tiempo
suficiente a la India como para volver a España y poner el asunto en manos de
mis sabios conocidos. Todas las personas con las que consultaba me confesaron
que hacían uso del incorrecto verbo habitualmente y manifestaron su sorpresa al
saber que las ilustres instituciones anteriormente mencionadas no reconocían su
existencia en castellano. Les comenté la teoría que estaba desarrollando en ese
momento, que usamos este verbo inventado para traducir “to empathize” del
inglés ¿Significaba esto que los anglosajones si son capaces de identificarse
mental y afectivamente con el estado de ánimo de los demás y que los españoles
y posiblemente los latinoamericanos, no? ¿Cuándo van a dejar de humillarnos?
¿No tuvieron suficiente con la Armada Invencible y Gibraltar?
Finalmente di con la persona adecuada, el
hombre que tenía la respuesta, mi tío, aunque tampoco conocía el misterio escondido
detrás de empatizar, dio rápidamente
con la tecla. Y es que quizás los españoles no seamos capaces de sentir
empatía, pero si lo somos de sentir simpatía y por tanto de simpatizar, que
según la RAE es sentir “Inclinación afectiva entre personas,
generalmente espontánea y mutua”. Como ya he dicho antes, aunque no lo parezca
la mayor parte del tiempo, somos un pueblo muy simpático.
PD: Para que el lector se ponga en contexto,
este artículo fue escrito hace un par años en el aeropuerto Estambul, en el que
me encontraba haciendo una escala de doce horas entre Madrid y Nueva Delhi. A
día de hoy, después de la gigantesca revisión del diccionario de la Real
Academia Española de la lengua que se hizo el año pasado, el verbo empatizar sigue sin haber sido incluido
en la última edición (tampoco el Word en el que estoy revisando este texto le
da credibilidad). Últimamente, cada vez que pienso en el tema, tengo más la
impresión de que este verbo se coló ilícitamente en nuestra lengua a través de
malas traducciones de textos New Age.
No recuerdo ni a mis padres ni a mis abuelos utilizándolo y, a decir verdad, yo
empecé a usarlo mientras vivía en la India, seguramente influenciado por el
ambiente angloparlante que me rodeaba. A pesar de lo que pueda parecer, creo
que es un verbo que a efectos prácticos enriquece nuestra lengua desde hace ya
algún tiempo, y tiene un significado con el que cada vez simpatizo mas.
Especialmente ahora que veo desde el DF las imágenes de la Plaza del Sol de
Madrid, repleta de la gente de mi generación desesperada al ver como desaparece
a su alrededor todo lo que les habían prometido que tendrían si estudiaban y se
preparaban bien.
Empatía, simpatía, entropía y trinaranjus
ResponderEliminarYa esta en la RAE.
ResponderEliminar