Soy un viajero del tiempo, de hecho soy un viajero que viene del futuro y para variar no he sabido sacarle ningún provecho a esta condición. Tampoco es que venga de un futuro muy lejano, no he conocido a vuestros hijos y no sé si algún día terminareis de pagar la hipoteca. ¿Cómo es posible? Muy sencillo, como casi todos habéis visto Superman, sabéis que si se vuela en sentido Este-Oeste, alrededor del globo terrestre, se puede retroceder en el tiempo y salvar a Lois Lane, que parece ser la única utilidad de esta experiencia. A grandes rasgos es lo mismo que hemos hecho Gabi y yo viajando de India a México, el único problema es que en caso de que Lois Lane hubiera estado en peligro, el piloto de nuestro avión habría metió la pata volando por el polo norte en lugar de viajar en hacía la izquierda, mirando hacia el norte... bueno, no sé si a efectos prácticos este viaje le hubiera servido de algo a esta intrépida y temeraria periodista, aunque si me permitís aventurarme yo diría que Clark Kent se hubiera quedado viudo.
La verdad es que la utilidad de viajar doce horas al pasado es muy relativa, sobre todo si se tiene en cuenta que se tardan unas veinticuatro en llegar, así que lo único que haces es tragarte 24 horas de viaje para que te las cuenten como si solo fueran 12 y encima, si haces escala en EEUU, corres el riesgo de acabar metido en un cuartito aterrorizado ante la expectativa de que un policía grandullón y maleducado se ponga un guante de latex y saque un bote de vaselina. Aquí viene uno de los pocos consejos prácticos que recibiréis en My Daily Delhi Belly, si viajáis a USA consultad la web de la embajada, porque aunque no nos haga falta visado turista, tenemos que pedir permiso y a poca gente le apetece pasar por una experiencia tan intima con un tipo con tan grosero.
Como antes de viajar a cualquier sitio siempre conviene documentarse un poco, quiero compartir con vosotros algunas de mis fuentes más fiables sobre este gran país que conocemos como México. La primera es mi buen amigo Javi, quien en una ocasión me contó que un mexicano le había dicho que nada más bajarte del avión en el aeropuerto del DF, te pegaban un tiro. Yo, que soy una persona muy inocente, pensé en lo bien que les venía eso a las compañías aéreas, ya que la mayoría de los pasajeros compran sus billetes de ida y vuelta, además así se explicaría la exagerada y siempre sospechosa poca diferencia de precio entre un pasaje solo de ida y uno que incluyera la vuelta. Por supuesto, aunque tuve la prudencia de comprar mi billete en un solo sentido, porque más vale prevenir que curar, esta no era mi principal preocupación cuando me bajé del avión. Lo que ocupaba mi mente era mi inminente presentación ante mi familia política. Después de todo, no sería una locura que, teniendo en cuenta con todas las perrerías que les hemos hecho a lo largo de la historia, una familia mexicana no se fiara de un yerno español. Así que imprudente de mí, en lugar de preocuparme por las personas con armas fuego, me dediqué a buscar a mi suegra y a mi cuñada. En lo único que fui prudente fue en adecentarme un poco cortándome el pelo unas semanas antes, en Delhi. El resultado me hizo darme cuenta que si muchos indios llevan esos pelos es porque quieren… o por una de esas razones que a los cosmopolitas como yo nos gusta catalogar como “culturales”. Debí de ser muy afortunado porque no solo salí intacto del aeropuerto, sino que mi primer encuentro con la progenitora de Gabi pareció ser todo un éxito. Yo intente hacerme el gracioso un par de veces y ella se rió cortésmente.
Mi segunda fuente viene de la India y de una opinión muy generalizada entre aquellos que habían estado en México y que aseguraban que no iba a sentir la diferencia, que iba a ser igualito a Delhi. Con esta idea me subí en el coche del padrastro de Gabi. En el primer tramo, entre una terminal y otra del aeropuerto, nada me pareció normal. Quiero decir que, habituado a vivir en la India, me sorprendió no ver animales, arena o gente amontonada en el aeropuerto. Es posible que debido a algún evento no le estuviera permitida la entrada a la población civil. Cuando llegamos a la otra terminal, nadie nos quiso cobrar la entrada, los taxistas no nos invitaban a subir a sus vehículos y no había cincuenta hombres disfrazados de mayordomo y levantando papeles con nombres occidentales. Allí nos encontramos con Pilar, que había traído una de nuestras maletas a pesar de conocernos de un mes… parece ser que nunca había visto “Jailed Abroad”. En el siguiente tramo, entre el aeropuerto y la casa de mi familia política, tampoco encontré nada que me recordara a Nueva Delhi. Coches americanos, camiones con formas sinuosas en lugar de latas gigantes pintadas de mil colores, pocos baches, adelantamientos silenciosos… en ese momento empecé a echar de menos India, me di cuenta de que mis fuentes no habían sido muy fiables y de que definitivamente aquello no era Asía.
Mi tercera fuente sobre México es la más cercana, Gabi. Pero uno siempre sabe que cuando alguien habla de los suyo, la subjetividad lo empuja a valorar basándose en los mejores recuerdos de la vida. El sabor único de la comida, la belleza del paisaje, la simpatía de la gente, etc… A todos nos gusta nuestro país, especialmente cuando estamos en el extranjero. Decidí ser prudente y otra vez me equivoqué. Solo hizo falta una visita al mercado donde la fruta y la verdura son gigantes y apetecibles, donde había ternera en todos lados, donde comimos huaraches y bebimos horchata de arroz y agua de Jamaica, quedé convencido de que Gabi no se equivocaba. La noche anterior, debido a ese fenómeno conocido como jetlag y que en mi opinión no es otra cosa que el proceso de adaptación después de un viaje en el tiempo, Gabi y yo nos despertamos a las dos de la madrugada. Después de desayunar unas quesadillas, siguiendo el horario indio, pusimos la tele y para nuestra sorpresa ponían “Bollywood Hero” una serie cómica en la que Chris Kattan se interpreta a sí mismo intentado convertirse en una estrella de Bollywood. La serie era tan buena, tan divertida que casi me echo a llorar de pena.
Por eso soy un viajero del tiempo, porque durante una semana mi cuerpo estaba todavía en Nueva Delhi y mi cabeza me torturaba haciéndome pensar en lo mucho que me iba a costar volver. Y lo que más jode es que, a pesar de viajar en el tiempo, de venir del futuro, no he acertado prácticamente nada en la quiniela del mundial.
Así es como empieza mi épica aventura mexicana.
La verdad es que la utilidad de viajar doce horas al pasado es muy relativa, sobre todo si se tiene en cuenta que se tardan unas veinticuatro en llegar, así que lo único que haces es tragarte 24 horas de viaje para que te las cuenten como si solo fueran 12 y encima, si haces escala en EEUU, corres el riesgo de acabar metido en un cuartito aterrorizado ante la expectativa de que un policía grandullón y maleducado se ponga un guante de latex y saque un bote de vaselina. Aquí viene uno de los pocos consejos prácticos que recibiréis en My Daily Delhi Belly, si viajáis a USA consultad la web de la embajada, porque aunque no nos haga falta visado turista, tenemos que pedir permiso y a poca gente le apetece pasar por una experiencia tan intima con un tipo con tan grosero.
Como antes de viajar a cualquier sitio siempre conviene documentarse un poco, quiero compartir con vosotros algunas de mis fuentes más fiables sobre este gran país que conocemos como México. La primera es mi buen amigo Javi, quien en una ocasión me contó que un mexicano le había dicho que nada más bajarte del avión en el aeropuerto del DF, te pegaban un tiro. Yo, que soy una persona muy inocente, pensé en lo bien que les venía eso a las compañías aéreas, ya que la mayoría de los pasajeros compran sus billetes de ida y vuelta, además así se explicaría la exagerada y siempre sospechosa poca diferencia de precio entre un pasaje solo de ida y uno que incluyera la vuelta. Por supuesto, aunque tuve la prudencia de comprar mi billete en un solo sentido, porque más vale prevenir que curar, esta no era mi principal preocupación cuando me bajé del avión. Lo que ocupaba mi mente era mi inminente presentación ante mi familia política. Después de todo, no sería una locura que, teniendo en cuenta con todas las perrerías que les hemos hecho a lo largo de la historia, una familia mexicana no se fiara de un yerno español. Así que imprudente de mí, en lugar de preocuparme por las personas con armas fuego, me dediqué a buscar a mi suegra y a mi cuñada. En lo único que fui prudente fue en adecentarme un poco cortándome el pelo unas semanas antes, en Delhi. El resultado me hizo darme cuenta que si muchos indios llevan esos pelos es porque quieren… o por una de esas razones que a los cosmopolitas como yo nos gusta catalogar como “culturales”. Debí de ser muy afortunado porque no solo salí intacto del aeropuerto, sino que mi primer encuentro con la progenitora de Gabi pareció ser todo un éxito. Yo intente hacerme el gracioso un par de veces y ella se rió cortésmente.
Mi segunda fuente viene de la India y de una opinión muy generalizada entre aquellos que habían estado en México y que aseguraban que no iba a sentir la diferencia, que iba a ser igualito a Delhi. Con esta idea me subí en el coche del padrastro de Gabi. En el primer tramo, entre una terminal y otra del aeropuerto, nada me pareció normal. Quiero decir que, habituado a vivir en la India, me sorprendió no ver animales, arena o gente amontonada en el aeropuerto. Es posible que debido a algún evento no le estuviera permitida la entrada a la población civil. Cuando llegamos a la otra terminal, nadie nos quiso cobrar la entrada, los taxistas no nos invitaban a subir a sus vehículos y no había cincuenta hombres disfrazados de mayordomo y levantando papeles con nombres occidentales. Allí nos encontramos con Pilar, que había traído una de nuestras maletas a pesar de conocernos de un mes… parece ser que nunca había visto “Jailed Abroad”. En el siguiente tramo, entre el aeropuerto y la casa de mi familia política, tampoco encontré nada que me recordara a Nueva Delhi. Coches americanos, camiones con formas sinuosas en lugar de latas gigantes pintadas de mil colores, pocos baches, adelantamientos silenciosos… en ese momento empecé a echar de menos India, me di cuenta de que mis fuentes no habían sido muy fiables y de que definitivamente aquello no era Asía.
Mi tercera fuente sobre México es la más cercana, Gabi. Pero uno siempre sabe que cuando alguien habla de los suyo, la subjetividad lo empuja a valorar basándose en los mejores recuerdos de la vida. El sabor único de la comida, la belleza del paisaje, la simpatía de la gente, etc… A todos nos gusta nuestro país, especialmente cuando estamos en el extranjero. Decidí ser prudente y otra vez me equivoqué. Solo hizo falta una visita al mercado donde la fruta y la verdura son gigantes y apetecibles, donde había ternera en todos lados, donde comimos huaraches y bebimos horchata de arroz y agua de Jamaica, quedé convencido de que Gabi no se equivocaba. La noche anterior, debido a ese fenómeno conocido como jetlag y que en mi opinión no es otra cosa que el proceso de adaptación después de un viaje en el tiempo, Gabi y yo nos despertamos a las dos de la madrugada. Después de desayunar unas quesadillas, siguiendo el horario indio, pusimos la tele y para nuestra sorpresa ponían “Bollywood Hero” una serie cómica en la que Chris Kattan se interpreta a sí mismo intentado convertirse en una estrella de Bollywood. La serie era tan buena, tan divertida que casi me echo a llorar de pena.
Por eso soy un viajero del tiempo, porque durante una semana mi cuerpo estaba todavía en Nueva Delhi y mi cabeza me torturaba haciéndome pensar en lo mucho que me iba a costar volver. Y lo que más jode es que, a pesar de viajar en el tiempo, de venir del futuro, no he acertado prácticamente nada en la quiniela del mundial.
Así es como empieza mi épica aventura mexicana.
"La verdad es que la utilidad de viajar doce horas al pasado es muy relativa, sobre todo si se tiene en cuenta que se tardan unas veinticuatro en llegar, así que lo único que haces tragarte 24 horas de viaje para que te las cuenten como si solo fueran 12 ..."
ResponderEliminarMe encanta!!!