Ir al contenido principal

Ajustando el marcador.

Como casi todos saben, hay pocas cosas que me gusten mas en este mundo que una buena pachanga de baloncesto, ya fuera en su momento en las pistas del polideportivo de Tomares, en la de mi colegio mayor, el Pio XII, en las de la calle Embajadores de Lavapies (de las que me considero hijo adoptivo) o de las de Siri Fort en Delhi. Uno de los problemas más habituales de estas pachangas es que, sobre todo en los partidos muy igualados, aparecen tensiones entre los jugadores, que comúnmente conocemos como piques. Llega un momento en el que alguien pregunta “¿Cómo vamos?” y otro contesta “15 -16”, a lo que uno de equipo rival saltará diciendo “¿Cómo? 17 – 16 para nosotros” “¿Pero qué dices? Si el último triple no valía y además estabas pisando la línea” (hay que aclarar que, normalmente, en las pachangas los triples valen dos puntos y las canastas normales uno). La dinámica de la conversación nos llevará a que finalmente, tras la intervención de algún jugador que lo único que quiere es seguir jugando, el marcador quede en 16 – 16, pero que la tensión en la pachanga se duplique.

Creo que la forma más honesta de acabar esta primera etapa de My Daily Delhi Belly es ajustando el marcador del que siempre estoy hablando. Vamos a ver quién ha ganado la partida, quien ha podido más…

Antes de empezar, debería de explicaros que la puntuación se hará basándome en toda la experiencia, no solo en las entradas que habéis leído, que como sé que sois un poco sádico y que solo os gusta verme pasarlo mal, no he querido aburriros con mis grandes triunfos en tierras asiáticas, bueno, vale, también es porque soy una persona muy de humilde.

Muchos os acordareis de la primera entrada “Matrimonio en Panscheel Enclave”, nuestra primera aventura, en la que un autodenominado gurú sexual, dudando de mi virilidad, nos intentó convencer de que no solo le enseñásemos nuestras intimidades, sino también de efectuar esas prácticas maritales que no tienen nada que ver con pelearse. Esta experiencia quedó compensada cuando conocimos a Rahul, mi autentico gurú, que me enseño mucho de la realidad social y religiosa de la India. También con Mr. Chaney, un sij, masón y por supuesto barbudo con el que entendí la perspectiva espiritual, que normalmente se nos escapa a los occidentales, de asuntos que nos parecen más que peliagudos. Empezamos dos a uno, y podríamos puntuar también el hecho de que a partir del primer gurú, Gabi y yo nos convertimos en un matrimonio con casi todas las de la ley en Panscheel Enclave… aunque no sé si sumarme un punto por esto se podría considerar uno de esos asuntos peliagudos.

En cuanto al acalorado debate que suscitó mi costumbre de usar mallas para hacer deporte y que se extendió a lo largo de varias entradas, tengo que decir que o ellos se acostumbraron a verme correr con esta prenda asomándose por debajo de mis calzonas o yo desarrolle un mecanismo de defensa freudiano para ignorar tan ignominiosas miradas. No sabría hacia donde puntuar, aunque sospecho que la India se llevaría la ventaja en esta ocasión.

No más afortunados han sido mis encuentros con animales semisalvajes en Nueva Delhi, y digo semisalvajes y no salvajes porque por vivir en la ciudad casi merecen el título de urbanos y en ocasiones hasta urbanitas. El primer encuentro que se puede considerar desencuentro, seguramente fue aquel de mono anciano con gigantescas partes nobles, que después de amenazarme, intentó atacarme con la intención de pegarme alguna enfermedad incurable, unos reflejos producto de mi no siempre latente instinto de supervivencia y de mis años de entrenamiento baloncestístico evitaron males mayores. La otra experiencia, que he compartido con vosotros ha sido el episodio de la paloma, en el que pude medir mis habilidades intelectuales con esta ave tan astuta. Los enfrentamientos se prolongaron durante más de un mes hasta que finalmente conseguí echarlas de mi balcón. Para compensar puedo decir que me subí en un elefante que no me hizo nada y que conocí a un perro que me cogió mucho cariño ¿Se compensan? Yo diría que sí ¿Y sabéis porque? Porque el juego es mío y no he cogido la rabia, creo que me lo merezco.

Otra cosa han sido mis visitas al Max Center, vamos, al hospital. Todo empezó con una muela y cinco dolorosas visitas al dentista. Lo bueno es que fue barato, lo malo es que fue doloroso, lo mejor es que después de un año tengo la dentadura sigue en perfectas condiciones. Este para mí. La siguiente visita estuvo relacionada con un accidente propio de la tercera edad, en el que me caí encima del lavabo de porcelana, después de que este se rompiera en mil pedazos contra el suelo. De esta experiencia he sacado unas cuantas cicatrices y la certeza de mi intolerancia al tequila. Creo que este punto se lo llevaría por acumulación el gremio de fabricantes de porcelana en la India, ya que hace unas semanas rompí el tanque de agua del templo, perdón, quería decir del retrete, en un accidente que nada tuvo que ver con una intoxicación etílica. Otra de las experiencias de las que también os hice participes, por muy desagradable que parezca, fue de mi primer “Delhi Belly”. Por prudencia no os he hablado de las otra cuatro en un margen de seis meses, por lo que he llegado a la conclusión de que he desarrollado intolerancia a algo a lo que no estoy dispuesto a renunciar. Está claro que en este apartado he salido perdiendo, aunque creo que se me debe de reconocer el merito de seguir vivo.

Pero bueno, después de miles de rupias perdidas en precios inflados por mi condición de extranjero, incontables pachangas de basket a mas de 40° y a menos de las ocho de la mañana, dos visitas al peluquero con balance positivo, primera visita al barbero, dos piezas de baño rotas, dos pisos con un casero malo que se metía en la cama con su director de banco y una casera tonta, miles de rickshaws y cientos de pensamientos de asesinato. Una reputación ganada como bailarín punjabi, una gran boda india, muchas visitas de las queridas, las impuestas y las inesperadas, además de algunos mentirosos compulsivos. Un piloto, varios guiones, un nuevo compañero de escritura. Y ahora que la experiencia se ha acabado, solo puedo acordarme de todos los buenos amigos que he hecho, un arquitecto con talento de escritor y apariencia de personaje de Stars Wars, un brillante jugador de baloncesto y respetable diseñador grafico, un chef mexicano al que quiero como a un hermano, un holandés errante, lo juro, errante de verdad y holandés casi de mentira, un montón de arquitectas encantadoras, mi gurú, mi sij masón, la reencontrada Clara, Anita y su encantadora familia y muchos, muchos más que me van a hacer querer volver el resto de mi vida. Creo que al final he acabado ganando.

Esta entrada se la dedico a Gabi, que ha hecho de este uno de los mejores años de mi vida y que ha sufrido en primera persona de todos mis despistes, dolencias y confusiones.

A partir de ahora una nueva etapa se abre ante mí y para inaugurarla, una nueva cabecera para el blog, “My Daily Delhi Belly o Mi Diaria Venganza de Moctezuma”. Hasta pronto amigos.

Comentarios

  1. Grande Anton.

    Me muero de ganas por saber como de mal te tratan las Americas amigo mio. Cuanto me rio con tus tropiezos (aun sabiendo que eres un gran exagerado!).

    Te mando un beso y un abrazo. A Gabi, dos besos.

    Pronto llegare junto a mi naranja Rocinante.

    ESta vez , como ya te dije, limpito y aseado como un galan de telenovela.

    Gracias por escribir mi blog favorito.

    Jorge en Malasya pero casi en Indonesia.

    ResponderEliminar
  2. Un aplauso, conmovedora entrada.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Monkey Business

De nuevo, siento haber abandonado el blog tanto tiempo, pero ha sido por algo interesante… creo. Mi nuevo proyecto en Delhi se llama “Odd Wishes”, es el piloto de una serie de terror, homenaje a los comics de EC de los 50 y a Twiling Zone (como se hizo con tanta frecuencia en los 80). La actitud que me encuentro aquí es bastante buena, a la gente le está gustando el guión y tienen muchas ganas de trabajar. Ahora nos encontramos en la etapa de preproducción. Pues bien, el otro día fuimos Gabi, Jithesh (que escribiendo los diálogos en hindi se ha ganado el crédito de coguionista) y yo a Old Delhi para hacer algunas localizaciones, concretamente a Chandni Chowk, posiblemente el barrio mas famoso y pintoresco de la ciudad. Allí encontramos unos cuantos sitios perfectos para nuestra idea. El mejor, un pequeño callejón que sale de una de las calles mas congestionadas del barrio, en términos de una ciudad de 16 millones de habitantes, significa que prácticamente no se puede andar. La entrada

Finding Kierkegaard

No se si habéis esperado con mucho interés una nueva entrada, mi madre seguro que si. Han pasado un par de semanas, lo que significa que he roto la promesa que os hacía en el encabezado del blog, “My Daily Delhi Belly, revista relativamente semanal…” y no es la primera vez que no cumplo lo que digo desde que estoy en la India. Podría justificarme escribiendo una entrada sobre cómo vivir aquí no te convierte en un faquir, pude comprobarlo después de caerme sobre el lavabo roto en severo y lamentable estado de embriaguez, por si os daba pena… pero sería muy cínico por mi parte teniendo en cuenta la que monté. También podría colgar algo sobre Holi, una fiesta en la que estuvimos hace dos semanas, de hecho tengo un artículo aburridísimo de tres páginas que publicaré la semana que no se me ocurra nada mas (leedlo si queréis, aunque con que pongáis comentarios tipo “jajaja, muy bueno”, me sentiré satisfecho). Pero creo que es el momento más apropiado para escribir sobre las promesas incumpli

The male part

En la recepción del dermatólogo, en el Max Center de Delhi, entre otros, había varias mujeres con sari, un adolescente sij y una familia de musulmanes con su bebé. El niño pasaba jugando de los brazos de su barbudo padre a los de su madre, que estaba totalmente cubierta por un burka. Yo intentaba imaginarme los rasgos de la madre observando los del hijo, que la verdad es que era tan feo como su padre. El ejercicio consistía en descartar todos los rasgos del padre y el resto atribuírselos a la madre. Pero la densa barba del presunto progenitor hizo que desistiera pronto y que fijara mi atención en el señor que estaba sentado a mi lado. Lo único que me hacía pensar que era occidental era su piel rosada, que debe de ser uno de los pocos tonos que no abunda por aquí. Por lo demás, podía ser de cualquier sitio. Le llamaron antes que a mí “General Harris? Please, come in.” De alguna forma eso explicaba aquel ridículo bigotito esmeradamente arreglado. Respondió “Thank you” con un acento muy b