Después de un año y medio en la India me he dado cuenta de que he perdido algo de perspectiva sobre lo que pasa a mi alrededor, las cosas no me impresionan lo más mínimo porque ya no solo son verosímiles, sino que son parte de mi cotidianidad. Ni siquiera percibo que la gente me mira fijamente por la calle, porque por alguna razón pienso que me he fundido con el paisaje. Creo que por chapurrear cuatro frases en hindi el conductor de rickshaw o el tendero no van a pensar que soy un guiri con una guía de “Frases para no parecer tan guiri” de Lonely Planet. Y me ofende, me duele, cuando me tratan como a un turista y les digo “Hey!!! I´m living here!!!” y ellos piensan “Y yo tengo un apartamento en Picadilly Circus, pero como soy adicto al peligro me dedico a llevar a gente de un lado a otro de Delhi por dos duros”. Los únicos momentos en que me doy cuenta de que estoy viviendo una experiencia que antes me hubiera parecido increíble es cuando llegan la visitas. Con ellas me permito el lujo de volver a visitar esos lugares que quedan lejos de mi itinerario habitual e incluso de ver esos monumentos que no he visitado todavía porque tenía todo el tiempo del mundo y que nunca visite porque ya se había apagado la llama del fervor turístico en mi interior.
Recapacitando sobre el tema, he llegado a la conclusión de que hay tres tipos de visitas, las queridas, las impuestas y las inesperadas. Las primeras, salgan bien o mal te las tienes que tragar porque tú has sido el que ha insistido en invitarlas. Justo antes de irte les dijiste “Pero vas a venir a verme, ¿no?” “Claro, eres la primera persona que voy a ir a visitar. Dame un par de meses y me tienes allí” Por supuesto que, en la mayoría de los casos, no va a pasar. No te estás yendo a vivir a Burgos, te vas a la otra punta del planeta, a otro continente y a veces hasta te da la impresión de que a otro planeta. Esa gente, por mucho que te quiera, tiene una vida, trabajos, hobbies, familias, novias/os, algunos hasta mujeres/maridos y por lo general lo único que no tienen es mucho dinero. Pero se da el caso de que alguno piensa “¿Y cuándo voy a tener una oportunidad mejor de conocer un sitio que de antemano me imagino hostil que ahora que tengo un sitio en el que quedarme?”Pensamiento muy legitimo. Esta es la que conocemos como visita deseada.
Las visitas impuestas, por otra parte, se basan en la supuesta solidaridad que debes tener con alguien que viene a las India por la simple razón de ser extranjero y, en nuestro caso concreto, occidental. Es cierto que de alguna forma sientes el deber de servir como improvisado filtro entre las dos realidades, la de la calle y la del guiri en cuestión. Yo tuve la suerte de que Gabi llevaba más de dos meses en Delhi cuando llegué… ella no la tuvo y se acabo chocando con Mr. Purri y con una vaca mientras intentaba cruzar la ciudad en bicicleta. Por lo general estás visitas no tienen nada que ver contigo, vienen de rebote, de parte de uno de esos amigos que no van a ir a verte o, en ocasiones, de un conocido al que casi no conoces y te encaja a uno de esos amigos terceros… gente que hace suya tu hospitalidad e invitan a gente a tu casa, me imagino que esperando que al final alguien les dé las gracias. Y el tercer tipo de visita, es gente que aparece en tu casa asumiendo que tienes comida y alojamiento para ellos por la misma razón antes descrita, solidaridad. Se parecen mucho a la segunda pero se diferencia en que nunca tienes muy claro como han llegado.
Desde que estamos aquí hemos tenido todo este tipo de visitas. Haciendo balance se puede decir que todas han tenido un final feliz: la visita ha seguido su camino, cada una con destinos distintos pero siempre lejos de nuestro hogar. También se puede decir que el 90% de estas visitas han quedado horrorizadas por la intensidad, tráfico y polución de Nueva Delhi, cosa que al principio me ofendía un poco. Esto es por culpa del ridículo sentido de pertenencia que desarrollo en el momento en que me instalo en una ciudad, Gabi diría que es porque me gusta todo… a mi me gustaría matizar diciendo que casi todo. Pero al final he sabido verle el lado más práctico, ya que a la visita en cuestión le entra una irremediable prisa por largarse a conocer cualquier parte de la India que no tenga nada que ver con esta ciudad. Esto no nos pasaría si viviéramos en Londres, Paris o Nueva York, allí la visita estaría durmiendo en nuestro minúsculo estudio durante días e incluso semanas, lo sé porque yo mismo he sido una de esas visitas.
Tampoco se puede ser tan injusto con el visitante, que también hace un sacrificio bastante grande… titánico dirían muchos, aguantándome a mí y tragándose por educación o inexperiencia todo lo que tengo que decir sobre este país. En mi argumentación me oyen hablar de política, sociología, historia, ética, arquitectura, urbanismo, lingüística, economía, filosofía, cine, literatura, música, arte, etc… sin que justifique casi nunca mis fuentes. Nunca sabré si realmente se fían de mi experiencia, mi cultura y de mis informadores o si se pasan todo el discurso pensando “El dinero no compra la felicidad, pero si la mano de obra de un sicario. Debería de haberme ido a un hotel.”
Esta entrada ha ido sido supervisada y aprobada por una visita que seguramente se haya sentido coaccionada a autorizar su publicación. Eso me da el mismo tipo de autoridad moral que cree que tiene la gente cuando dice “tengo un amigo…… (sustituir la línea de puntos por gay, negro, gitano, etc...)” antes de poner verde al colectivo en cuestión.
A veces puede ser difícil intentar ser gracioso y no herir sensibilidades ajenas, espero que nadie se sienta ofendido por esta entrada que, por supuesto, dedico a todas y cada una de las visitas que han pasado por Delhi, incluso a las que mean en botellas y luego las dejan en la cocina, porque gracias a ellas he tenido la oportunidad de conocer un poco mejor esta ciudad.
PD: Cualquier parecido entre esta entrada y la ley de inmigración de Arizona, será producto de la retorcida imaginación del lector (ya que la del autor ha caído a posteriori).
Recapacitando sobre el tema, he llegado a la conclusión de que hay tres tipos de visitas, las queridas, las impuestas y las inesperadas. Las primeras, salgan bien o mal te las tienes que tragar porque tú has sido el que ha insistido en invitarlas. Justo antes de irte les dijiste “Pero vas a venir a verme, ¿no?” “Claro, eres la primera persona que voy a ir a visitar. Dame un par de meses y me tienes allí” Por supuesto que, en la mayoría de los casos, no va a pasar. No te estás yendo a vivir a Burgos, te vas a la otra punta del planeta, a otro continente y a veces hasta te da la impresión de que a otro planeta. Esa gente, por mucho que te quiera, tiene una vida, trabajos, hobbies, familias, novias/os, algunos hasta mujeres/maridos y por lo general lo único que no tienen es mucho dinero. Pero se da el caso de que alguno piensa “¿Y cuándo voy a tener una oportunidad mejor de conocer un sitio que de antemano me imagino hostil que ahora que tengo un sitio en el que quedarme?”Pensamiento muy legitimo. Esta es la que conocemos como visita deseada.
Las visitas impuestas, por otra parte, se basan en la supuesta solidaridad que debes tener con alguien que viene a las India por la simple razón de ser extranjero y, en nuestro caso concreto, occidental. Es cierto que de alguna forma sientes el deber de servir como improvisado filtro entre las dos realidades, la de la calle y la del guiri en cuestión. Yo tuve la suerte de que Gabi llevaba más de dos meses en Delhi cuando llegué… ella no la tuvo y se acabo chocando con Mr. Purri y con una vaca mientras intentaba cruzar la ciudad en bicicleta. Por lo general estás visitas no tienen nada que ver contigo, vienen de rebote, de parte de uno de esos amigos que no van a ir a verte o, en ocasiones, de un conocido al que casi no conoces y te encaja a uno de esos amigos terceros… gente que hace suya tu hospitalidad e invitan a gente a tu casa, me imagino que esperando que al final alguien les dé las gracias. Y el tercer tipo de visita, es gente que aparece en tu casa asumiendo que tienes comida y alojamiento para ellos por la misma razón antes descrita, solidaridad. Se parecen mucho a la segunda pero se diferencia en que nunca tienes muy claro como han llegado.
Desde que estamos aquí hemos tenido todo este tipo de visitas. Haciendo balance se puede decir que todas han tenido un final feliz: la visita ha seguido su camino, cada una con destinos distintos pero siempre lejos de nuestro hogar. También se puede decir que el 90% de estas visitas han quedado horrorizadas por la intensidad, tráfico y polución de Nueva Delhi, cosa que al principio me ofendía un poco. Esto es por culpa del ridículo sentido de pertenencia que desarrollo en el momento en que me instalo en una ciudad, Gabi diría que es porque me gusta todo… a mi me gustaría matizar diciendo que casi todo. Pero al final he sabido verle el lado más práctico, ya que a la visita en cuestión le entra una irremediable prisa por largarse a conocer cualquier parte de la India que no tenga nada que ver con esta ciudad. Esto no nos pasaría si viviéramos en Londres, Paris o Nueva York, allí la visita estaría durmiendo en nuestro minúsculo estudio durante días e incluso semanas, lo sé porque yo mismo he sido una de esas visitas.
Tampoco se puede ser tan injusto con el visitante, que también hace un sacrificio bastante grande… titánico dirían muchos, aguantándome a mí y tragándose por educación o inexperiencia todo lo que tengo que decir sobre este país. En mi argumentación me oyen hablar de política, sociología, historia, ética, arquitectura, urbanismo, lingüística, economía, filosofía, cine, literatura, música, arte, etc… sin que justifique casi nunca mis fuentes. Nunca sabré si realmente se fían de mi experiencia, mi cultura y de mis informadores o si se pasan todo el discurso pensando “El dinero no compra la felicidad, pero si la mano de obra de un sicario. Debería de haberme ido a un hotel.”
Esta entrada ha ido sido supervisada y aprobada por una visita que seguramente se haya sentido coaccionada a autorizar su publicación. Eso me da el mismo tipo de autoridad moral que cree que tiene la gente cuando dice “tengo un amigo…… (sustituir la línea de puntos por gay, negro, gitano, etc...)” antes de poner verde al colectivo en cuestión.
A veces puede ser difícil intentar ser gracioso y no herir sensibilidades ajenas, espero que nadie se sienta ofendido por esta entrada que, por supuesto, dedico a todas y cada una de las visitas que han pasado por Delhi, incluso a las que mean en botellas y luego las dejan en la cocina, porque gracias a ellas he tenido la oportunidad de conocer un poco mejor esta ciudad.
PD: Cualquier parecido entre esta entrada y la ley de inmigración de Arizona, será producto de la retorcida imaginación del lector (ya que la del autor ha caído a posteriori).
Yo a todo el mundo le digo que mi sobrino Antón es "jipi" y vive en la India con una novia muy importante.
ResponderEliminarAsí que cualquier día llegará una visita (impuesta e inesperada) que te dirá que "eres igualito que tu tío Quique" lo cual es absolutamente falso, pero es lo que legitimará que se instale en tu casa, porque tú no serias capaz de hacerle un feo a tu tío, ¿no? ... pero te juro que no le he ofrecido tu casa a nadie.
jajaja, tu sobrino jipi nunca te haría eso... por cierto, ya soy fan de tu blog, perdón, cuaderno de bitácora, así que me espero que mantengas las expectativas mejor que yo con el mío...
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
que miedo de entrada Anton.
ResponderEliminarcreo que ahora todos nos preguntamos a que clase de visita pertenecemos.
Ahora mismo voy a escribir a Yago y a K2 para que , por si las moscas, te dejen de hablar!
Jorge
jajaja, polémica, lo sé. Pero vosotros sois de esos a los que invité en Madrid, tu concretamente eres de las muy queridas y sobre todo de las muy esperadas...
ResponderEliminarun abrazo compañero.